12/06/2008 ANTONIO Domínguez*
Primero desarbolaron la URSS, poco después comenzaron a tramar ese neoconservadurismo absolutamente individualista que solamente cree en la propiedad privada, el mercado y la esclavitud a cambio de unas migajas de bienestar. Todavía no se han cumplido cien años desde que se consiguiera la reducción de jornada y el derecho a la negociación colectiva cuando los insaciables señores de la vida y el poder tratan de imponer una nueva jornada de trabajo, que puede llegar a ¡nada menos que 65 horas semanales!, si tal y como lo están leyendo. Al decir de los enterados, ello se debe a la amabilidad con la que los señores Berlusconi y Sarkozy (lo mejorcito de cada casa políticamente hablando) desean tratar a la oronda y superfeliz clase trabajadora, tan tonta que se creyó aquello de haber llegado al paraíso. Por lo hasta ahora conocido, parecería que España se opondrá a tal desmán cuando el despropósito se debata, allá por septiembre, en el Parlamento Europeo. Ya se verá, porque, de momento, el texto ha sido aprobado por los ministros, y entre ellos hay dos españoles. En todo caso, los diferentes países tendrían la libertad de aplicar tal medida, aunque de cualquier manera incidirá directamente sobre los trabajadores, ¿o dudan que las empresas irán a instalarse en aquellas naciones con jornadas amplias en lugar de sensatas y humanitarias? Añadan el hecho de los trabajadores podrán renunciar al salario fijado por el convenio y échense a temblar. Los parias de la tierra, la famélica legión que con sangre, sudor y lágrimas consiguió alcanzar derechos tan elementales como el de una jornada laboral digna y la negociación colectiva, se enfrenta a una regresión sin precedentes: que nadie se engañe, porque si los contratos de trabajo se convierten en un acuerdo privado entre el patrón y el empleado y los horarios carecen de límites, estaremos volviendo a la esclavitud, así de simple, al medioevo y las cadenas. Que los sindicatos no estén alzando rotundamente la voz contra este desafuero ni llamando a todo tipo de movilizaciones resulta intolerable.
*Profesor de Universidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario